sábado, 23 de octubre de 2010

Donando sangre

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital de Buenos Aires, conocí a una niñita llamada Isabel, quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperación aparentemente era una transfusión de sangre de su hermanito de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatirla.
El médico explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su  hermana. Yo lo vi dudar por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: -Si, lo haré, si eso salva a Isabel-.
Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonreía mientras nosotros asistíamos a ambos, viendo retornar el color a las mejillas de la niña.
Pero al rato la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al médico y le preguntó con voz temblorosa  -¿A qué hora empezaré a morirme?-
Siendo solo un niño, no había comprendido al médico, pensaba que le daría toda su sangre a su hermana... ¡Y aún así se la  daba!   

Da todo por quien ames.  Actitud, después de todo, es todo.

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